Europa
demuestra una falta absoluta de control sobre esta inmensa oleada humana que
pone en peligro su futuro
El Gobierno de Suiza ha
organizado unas maniobras de su ejército bajo el nombre de Conex15 entre el 16 y
el 22 de septiembre. Los juegos de guerra parten de un escenario supuesto muy
concreto: La Unión Europea se ha desmoronado y han estallado graves conflictos
en el continente,existen nuevas fronteras y nuevos países, con una general
descomposición del orden público, ataques, sabotajes y asaltos a almacenes y
depósitos de alimentos y combustibles y ataques a infraestructuras de
suministro y comunicación. Todo ello en el marco de la proliferación de enfrentamientos
étnicos y grandes movimientos migratorios que cruzan la propia Suiza y
Europa.
No es ciencia ficción. Ni un juego de mesa o de simuladores de ordenador de unos profesores universitarios extravagantes. Son unas maniobras militares de gran importancia dentro de dos semanas con 5.000 soldados de la Confederación Helvética y amplia cooperación de su protección civil y la administración.
No es ciencia ficción. Ni un juego de mesa o de simuladores de ordenador de unos profesores universitarios extravagantes. Son unas maniobras militares de gran importancia dentro de dos semanas con 5.000 soldados de la Confederación Helvética y amplia cooperación de su protección civil y la administración.
La franqueza con la que
Suiza expone sus peores previsiones para Europa debiera hacer reflexionar a
muchos que parecen creer aún que la crisis migratoria es un problema de
Alemania, Suecia y algún otro país rico, que afecta colateralmente a países de
paso. Se equivocan de forma drástica. Y quizás suicida. La crisis que ha
estallado este verano en Europa, si se mantiene fuera de control como es el
caso ahora mismo, amenaza creíblemente con hacer colapsar los instrumentos
de cooperación, los mecanismos de seguridad y hasta el orden público en
Europa. La marea humana ha generado ya un estado de emergencia que eclipsa por
completo en la agenda política las otras crisis, algunas muy graves, comola del
euro, la creciente polarización norte- sur, la amenaza oriental de Rusia y
los movimientos populistas que ponen en peligro a las democracias de muchos
países miembros.
Efecto
llamada
Europa se ha convertido en
la meta de grandes movimientos migratorios que se han puesto en marcha en África,
Oriente Medio y Asia. Por distintas razones y circunstancias en sus diversos
orígenes aunque el islamismo juegue un papel fundamental en sus dimensiones.
Todos quieren venir a Europa. Son migrantes que buscan prosperidad y
esperanza o solo cobijo y sustento. A la isla Ellis, puerta de entrada a
Estados Unidos, llegaba el inmigrante en pasados siglos dispuesto a luchar,
triunfar o fracasar, nunca a demandar un sustento. A Europa viene con la
certeza de que en el peor caso será mejor tratado que en su país de origen. Y
con la demanda informada de unos derechos que en Europa tiene y en su país ni
concebía. Es ese un efecto llamada imbatible, del que disponen los traficantes.
Es el estado real de las cosas, los hechos en origen y destino. Es una vergüenza
que Europa no ofrezca un trato más digno a estos seres humanos que
caminan ahora de sur a norte por caminos y railes de los Balcanes. Pero ninguno
dirá que quiere volver a su casa ni dirige su camino hacia otros lares, hacia
países árabes o islámicos. Ni a la Rusia de Putin. Todos quieren ir a Alemania,
Austria y a Suecia. Todos buscan la sociedad abierta y capitalista del infiel.
Al parecer solo Ángela
Merkel vuelve a estar a la altura de las circunstancias. Y eso no es
suficiente. Ella pide y obtiene -aunque nadie crea que para siempre- apoyo y
solidaridad mayoritario en Alemania, donde hay memoria como pueblo deportado
por millones en 1945. Pero fuera no. Porque no se tiene ese compromiso ni
conciencia y porque se teme no solo la ruptura del tejido social y una
carga inmensa y para siempre. También hay miedo a la amenaza de un islamismo
que es una causa principal de la crisis actual. Y que también llega.
Justificadas son las críticas a la falta de acción de muchos gobiernos.
Lastimosas otras, de ONU, Comisión o de profesionales del buenismo que son
capaces de dinamitar la seguridad de todos, inmigrantes incluidos, a cambio de
dos titulares con buena conciencia. La falta de una política unitaria no
solo merma la eficacia ante la crisis. Genera fuertes tensiones y desconfianzas
que tienen graves efectos para la cohesión.
La
región más generosa
Pero es la total falta de
control de una ola humana que ha arrollado sus fronteras, sus leyes, sus
previsiones y sus organismos humanitarios y policiales lo que convierte esta
crisis en un fenómeno de potencial destructivo sin parangón. Es la falta de
mando sobre su propio destino que demuestra Europa lo que dispara las alarmas
como nunca desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Porque del control y la
gestión de este fenómeno dependen la vida, la prosperidad y seguridad y el
futuro de los 500 millones de habitantes de este pequeño y afortunado rincón
del mundo. Y de su solidez como unidad democrática depende también su capacidad
futura de ayudar al resto del mundo y de absorber inmigración de forma
controlada. La UE es la región del mundo más próspera, generosa, social,
compasiva y benéfica del mundo y de la historia de la humanidad. Es esto una
verdad incontestable por mucho que los europeos se lamenten de su suerte. Quienes
más protestan desde dentro son quienes gozan ya tanto tiempo de pertenencia a
esta privilegiada comunidad internacional de derecho que sus sociedades no
recuerdan ya lo que supone vivir fuera de ella.
Hace unos años era ese
hartazgo el mayor peligro para el futuro de la UE, cuestionada por la amplitud
y las diferencias de intereses que se habían generado con las sucesivas
ampliaciones. La amenaza para Europa hoy es mucho más inmediata y total. De
mayor inminencia y calado. Está en esa pérdida del control de la masiva
inmigración, capaz de dinamitar toda estabilidad política, la seguridad, los
tejidos sociales y la convivencia. Sin una respuesta urgente, global, común y
eficaz, Europa podría tambalearse y ver como se desmoronan sus principales
conquistas basadas en la paz, la seguridad y la ley. Entonces podría cumplirse
ese augurio suizo de Conex15 y Europa acabaría rota en estados muy parecidos a
aquellos de los que huyen quienes llegan hoy en masa.
Fuente: LA VOZ DIGITAL
http://www.lavozdigital.es/internacional/20150830/abci-europa-dividida-hermann-tertsch-201508292222.html
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